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20 de octubre de 2025
20 de octubre de 2025
El Gestor Social: un rol en constante cambio
En un mundo que exige continua actualización y adaptación a nuevas situaciones y condiciones, el gestor social debe tener la capacidad de contar con habilidades estratégicas e inteligencia social para desempeñarse de manera efectiva.

Un gestor social debe tener la capacidad de evolucionar y adaptarse a nuevas tendencias y situaciones para desempeñarse en una realidad que cambia constantemente. (Foto: SENACE)

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Por Pablo Castillo Lauz

Por Pablo Castillo Lauz

Sociólogo con amplia trayectoria en gestión social, resolución de conflictos y desarrollo regional. Se ha desempeñado en diversas entidades públicas. Experiencia en la gestión de riesgos sociales en proyectos de inversión, prevención y resolución de conflictos, coordinación intergubernamental, y capacitación a funcionarios y líderes sociales.
Por Pablo Castillo Lauz

Por Pablo Castillo Lauz

Sociólogo con amplia trayectoria en gestión social, resolución de conflictos y desarrollo regional. Se ha desempeñado en diversas entidades públicas. Experiencia en la gestión de riesgos sociales en proyectos de inversión, prevención y resolución de conflictos, coordinación intergubernamental, y capacitación a funcionarios y líderes sociales.

Los tiempos cambian, y la gestión social no es la excepción. Si antes concebíamos al gestor/a social como un puente entre un programa o proyecto y la población, hoy esa conexión se asemeja a una autopista. Además, sus gestiones invalorables suelen no visibilizarse sin reconocer un sinfín de aspectos que entran en juego para construir relaciones sostenibles y de valor compartido con las comunidades.

Ampliación del alcance de la gestión social

En el sector público o privado la gestión social actual abarca un espectro mucho más amplio que en el pasado. En el ámbito público, implica el cumplimiento de políticas públicas, la promoción del desarrollo social y la garantía de los derechos ciudadanos. En proyectos de inversión se orienta a asegurar la viabilidad social, gestionar los riesgos sociales y ambientales, y construir relaciones positivas con las partes interesadas. En ambos escenarios, están en juego no solo la inversión económica, sino también la reputación institucional.

No obstante, debe superarse la visión común de la gestión social como una función meramente reactiva, una suerte de ‘bombero’ que solo interviene ante las crisis. Esto contradice su naturaleza preventiva que demanda su involucramiento activo desde el inicio de todo proceso.

Desafíos de un contexto creciente y complejo

El entorno social y político se ha vuelto cada vez más cambiante y complejo en las últimas décadas. Esta realidad se complica aún más para la gestión social, que debe lidiar con una creciente presencia de grupos de interés ilegales en sus áreas de intervención. Entre los más destacados se encuentran aquellos involucrados en la minería ilegal, la trata de personas, la tala ilegal, el narcotráfico, la corrupción en la gestión pública, los préstamos «gota a gota» y el tráfico de terrenos.

En todo nuestro territorio hemos tenido cambios y, en muchos de ellos, cada vez más críticos. Cuando sea posible se puede continuar gestionando, pero ante la eventualidad de riesgos de integridad personal, corresponderá ceder a las autoridades policiales y judiciales que realicen su labor.

Adaptabilidad y flexibilidad

Mientras sea posible la intervención, es pertinente colocar a prueba la capacidad de adaptación en la gestión social; es decir, la habilidad de los gestores sociales para interactuar en diversos contextos con las comunidades y organizaciones, adecuando su comportamiento y estrategias en respuesta a los cambios inesperados en el entorno social, cultural, ambiental o de recursos.

Este es un momento para fomentar una cultura de aprendizaje referida a despertar en las personas el interés por informarse, que se abran al cambio y vean los desafíos como oportunidades de crecimiento. Por tanto, la disponibilidad para adaptarse a los nuevos contextos no es solo una característica individual, sino un proceso que posibilita a las comunidades a enfrentar la incertidumbre, consolidar la cohesión y una mejor organización ante los entornos cambiantes y desafiantes.

En los gestores sociales implica asimismo la flexibilidad para modificar acciones, nuevas normas y prácticas, lo que permite una mejor respuesta a las situaciones adversas y a las demandas sociales.

Ante ello, la gestión social exige una mejora continua de las competencias, habilidades y capacidades de las/los gestores sociales. A continuación, compartimos algunas ideas extraídas desde el aprendizaje que consideramos deben ser deseables

Competencias y habilidades

La gestión social exige una mejora continua en sus competencias en la actualidad. Es indispensable contar con una sólida formación académica, habilidades interpersonales y competencias técnicas específicas para interactuar con personas y comunidades, así como una experiencia profesional relevante.

A ello se suma la necesidad de contar con un conocimiento normativo actualizado, familiaridad con diversas modalidades de proyectos y el manejo de herramientas para analizar actores sociales y realidades locales y regionales. También resultan esenciales el dominio de la comunicación intercultural, el diseño de estrategias de relacionamiento efectivas y, por supuesto, la capacidad para aplicar mecanismos de resolución de controversias y conflictos sociales.

Por consiguiente, los gestores sociales requieren competencias estratégicas específicas para desempeñarse con éxito. Así tenemos:

  • Una visión integral del territorio que tome en cuenta a las personas y los procesos sociales, y considere todas las partes interconectadas en su relación con el entorno. Se trata de ir más allá de la simple observación para comprender el funcionamiento sociocultural y cómo los distintos elementos se influyen mutuamente. En otros términos, implica la habilidad de ver y analizar el escenario social y político del ámbito local/regional, identificando las conexiones entre las diversas partes y comprendiendo cómo se desarrollan, además de ejecutar estrategias que permitan construir relaciones duraderas y generar valor mutuo entre la misión de la entidad y la población.
  • La práctica de la anticipación y mitigación de riesgos, mediante la capacidad para prever riesgos sociales y conflictos potenciales a ser abordados oportunamente, mitigándolos y mediando en situaciones de controversia o conflicto. Esto implica promover soluciones equitativas para todas las partes, fomentando la resolución pacífica a través del diálogo, con un enfoque de beneficio mutuo o ganar-ganar.
  • La identificación de oportunidades, entendida como la capacidad para detectar y concretar iniciativas que contribuyan al desarrollo socioeconómico local y al fortalecimiento de las capacidades de las personas.

Habilidades de relacionamiento y comunicación

  • El relacionamiento y comunicación efectiva necesarios para comprender las preocupaciones, necesidades y perspectivas de la población, incluyendo aquellas opiniones críticas en las que, a menudo, subyacen intereses no expresados. Esto implica transmitir información de manera clara, veraz y accesible para todos los involucrados, utilizando los medios más adecuados. Al mismo tiempo, requiere disposición para escuchar puntos de vista disonantes y la apertura a nuevas ideas y enfoques.
  • El desarrollo de la competencia intercultural, vital ante la diversidad cultural, que incluye costumbres, creencias, valores, normas, lenguaje y tradiciones. Esto requiere un profundo conocimiento sociocultural de las relaciones de poder y sus dinámicas sociales. Y, ante la presencia de pueblos indígenas u originarios, la confirmación si corresponde la consulta previa.

Inteligencia social y resiliencia

  • Las y los gestores sociales requieren inteligencia social. Nada de lo anterior tendría sentido sin el reconocimiento de las propias limitaciones y debilidades, así como la disposición para aprender de las experiencias de la población y de otros actores; además de gestionar las propias emociones y comprender las de los demás.
  • La resiliencia también resulta crucial para afrontar las dificultades, aprender de los errores y estar dispuestos a comenzar de nuevo ante los desafíos que se presenten.

En suma, es deseable que el gestor social de hoy sea un líder empático, estratega, buen comunicador, experto en la identificación y propuesta de soluciones ante los riesgos, mediador eficaz en controversias y conflictos sociales, analista del contexto y cultura, y facilitador por excelencia entre entidades y población. Su rol es clave para la sostenibilidad y éxito de cualquier proyecto en la actualidad.

 Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente la línea editorial de la Revista Gobernanza Social.

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