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15 de diciembre de 2025
15 de diciembre de 2025
Diálogo en la Amazonía: lecciones para una gobernanza social intercultural desde el Estado
La articulación entre actores locales, el reconocimiento de la memoria del territorio y abrir espacios de diálogo intercultural son algunos de los aprendizajes que deben ser tomados en cuenta para superar y prevenir conflictos en la Amazonía.

La gestión social debe funcionar también para la prevención de conflictos, creando relaciones con actores locales y adquiriendo conocimientos sobre las dinámicas internas. (Foto: Agencia Andina)

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Por Javier Aroca Medina

Por Javier Aroca Medina

Abogado. Coordinador de la Unidad Territorial Amazonía en la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM). Especialista en gobernanza, diálogo e interculturalidad.
Por Javier Aroca Medina

Por Javier Aroca Medina

Abogado. Coordinador de la Unidad Territorial Amazonía en la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM). Especialista en gobernanza, diálogo e interculturalidad.

La Amazonía es un territorio de pueblos, lenguas y memorias que resisten al olvido. En ese lugar, la existencia del Estado es débil y las desigualdades continúan afectando la vida diaria. Esta separación ha fomentado desconfianza, acumulado reclamos y provocado tensiones que, cada cierto tiempo, vuelven a surgir. En ese contexto, prestar atención al territorio no es un acto simbólico, sino una exigencia para edificar una verdadera gobernanza. El diálogo, que se interpreta como reconocimiento y respeto recíproco, facilita la creación de rutas de confianza y consensos que se ajusten a la dignidad y a la perspectiva propia de sus comunidades.

El diálogo como proceso intercultural

Dialogar en la Amazonía no es asistir a una reunión ni firmar un acta, es un procedimiento que requiere tiempo, que demanda presencia y habilidad para escuchar incluso lo que resulta molesto. Consiste en entender los ritmos grupales, la relevancia del lenguaje y la función de las autoridades convencionales. El intercambio intercultural se mantiene mediante un lenguaje claro, la claridad y la consistencia entre lo que se expresa y lo que se realiza. Cuando el Estado colabora, notifica y acata, el diálogo deja de ser un acto de protocolo y se transforma en un vínculo para modificar la relación con las comunidades indígenas.

Aprendizajes desde la experiencia estatal

El primer aprendizaje es que la interculturalidad debe vivirse, no proclamarse. Escuchar en la lengua de la comunidad, traducir con sentido y adaptar los mensajes al contexto cultural permite que la información sea comprendida, validada y asumida como propia. En la Amazonía, la palabra es además memoria, historia y vínculo; reconocer su dimensión espiritual y colectiva abre caminos de confianza genuina y evita que el diálogo se perciba como una imposición externa.

Por otro lado, la dedicación no concluye con la firma de un documento: la memoria del territorio es extensa y la población observa, contrasta y recuerda. La vigilancia continua previene desmoronamientos, y aclarar progresos, restricciones y tiempos incrementa la confianza, reduce la frustración y sostiene el proceso, incluso cuando emergen problemas operativos o institucionales.

Nadie puede hacerlo solo. La gobernanza amazónica exige articular a los sectores del Estado, los gobiernos locales y las organizaciones indígenas, reconociendo sus liderazgos y construyendo decisiones compartidas a partir de objetivos comunes. Cuando ello ocurre, el diálogo gana fuerza, los acuerdos se vuelven viables y las comunidades participan de manera corresponsable en la implementación y la vigilancia social. Estos aprendizajes —nutridos por más de 43 años de trabajo directo con comunidades indígenas amazónicas— muestran que el diálogo efectivo requiere coherencia, transparencia, voluntad política y presencia sostenida para construir, paso a paso, soluciones reales en el territorio y una relación más justa, respetuosa y duradera entre el Estado y los pueblos indígenas.

Prevención y corresponsabilidad

La gestión social no puede llegar solo cuando el conflicto está encendido. En el territorio, prevenir significa escuchar temprano, identificar señales y acompañar los procesos antes de que la tensión se convierta en ruptura. La experiencia demuestra que la comunidad no es un adversario a contener, sino un actor con memoria, propuestas y capacidad de decisión. Cuando se reconoce su voz y se comparte información de manera transparente, el diálogo se fortalece y la corresponsabilidad emerge de manera natural. La presencia sostenida del Estado —no solo en la crisis, sino también en los tiempos silenciosos— permite construir confianza, aclarar expectativas y corregir rumbos. Prevenir es estar, escuchar, responder y cumplir; solo así es posible pasar del reclamo episódico a la construcción de acuerdos duraderos, donde cada actor asume su parte y el territorio se convierte en un espacio de cooperación y no de confrontación.

El diálogo, cuando es continuo e intercultural, abre rutas de paz. La Amazonía no necesita discursos, sino procesos que reconozcan su dignidad y su derecho a participar en las decisiones que la afectan. Gobernar escuchando es sembrar confianza; y donde hay confianza, la paz no es un anhelo: es un camino posible.

 Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente la línea editorial de la Revista Gobernanza Social.

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