(Foto: Agencia Andina)
En los últimos años, el Perú ha estado inmerso en una profunda crisis y fragmentación política, lo que presenta fluctuaciones de intensidad de acuerdo con el contexto, pero persiste.
Desde diciembre de 2022, la crisis política se agudizó, alcanzando sus momentos más críticos con la muerte de civiles en enfrentamientos con las fuerzas armadas y policiales, sucesos que aún están siendo investigados. Sin embargo, esta crisis que abarca aspectos políticos, sociales y económicos, está teniendo un grave impacto en las instituciones y organismos del Estado. En muchas ocasiones, estas instituciones se encuentran desatendidas o con responsables temporales, lo que relega a un segundo plano temas de vital importancia para el país, como la gestión social, la educación inclusiva, los derechos de los pueblos indígenas, la sostenibilidad, entre otros
La gestión social, cuyo propósito es facilitar la creación de mecanismos de participación ciudadana y fomentar la construcción de ciudadanía para la toma de decisiones y la implementación de políticas públicas, ha sido desvirtuada y ha terminado convirtiéndose en un escenario dominado por discursos políticos o politizados, alejándose de su objetivo original.
Las políticas en beneficio de los pueblos indígenas alcanzaron su mejor momento en el año 2011 con la promulgación de la Ley de Consulta Previa. Sin embargo, desde entonces no se ha dado otro momento propicio para abordar los diversos problemas que afectan a esta importante parte de la población.
Lo mismo ocurre con temas tan sensibles como la sostenibilidad y la educación inclusiva, los cuales a menudo se convierten en procesos donde los únicos interesados son los administradores y los administrados, dejando de lado las necesidades de mejora que, en muchas ocasiones, requieren cambios en los marcos legales proporcionados por el poder ejecutivo o legislativo. Actualmente, estos poderes se ven inmersos en discusiones políticas estériles, alejadas de las verdaderas necesidades de la población.
Nuestra clase política parece vivir en el país de Nunca Jamás, aquel lugar imaginario nacido de la mente de J.M. Barrie y descrito en su novela Peter Pan. En este lugar mágico, no hay necesidades, reglas o responsabilidades, y sus ciudadanos (niños) pasan la mayor parte del tiempo divirtiéndose. Esto guarda cierta similitud con nuestros gobernantes, quienes parecen vivir en un Perú ideal y no muestran interés en mejorar la seguridad jurídica, el orden público o la prestación de servicios básicos a la población. Tampoco parecen preocuparse por el ejercicio de los derechos de los ciudadanos o la calidad de la educación y la salud pública, ya que consideran que todo está bien. Su principal preocupación parece ser la negociación de cuotas de poder o puestos públicos.
Es por esa razón que desde el primer número de nuestra revista Gobernanza Social hemos tratado de poner en discusión temas de necesidad pública asociados a nuestros ejes de intervención. También hemos valorado los avances y esfuerzos de entidades públicas y privadas que, alejadas del ruido político, han optado por construir el país a través de propuestas e iniciativas en favor de la población.
Es innegable la responsabilidad de quienes dirigimos medios como este, especialmente en tiempos de crisis como el que estamos atravesando, para instar a la clase política a superar las diferencias y enfocarse en un objetivo mayor: el bienestar del país. Sin embargo, somos conscientes de la sordera casi absoluta entre los bandos enfrentados.
Por lo tanto, es necesario dirigirnos a los funcionarios públicos de mandos medios, quienes operan el Estado en sus diversos niveles, y son los verdaderos servidores públicos que atienden las demandas ciudadanas. Ellos son testigos de cómo en promedio cada tres meses llega un nuevo responsable a sus oficinas. Les pedimos que no renuncien a su vocación de servir y no descuiden de atender con diligencia los problemas de los usuarios, de la población, del ciudadano común que está cansado de la clase política.
Hoy, nuestros políticos nos están demostrando que un mejor país no surgirá del Congreso ni del Palacio de Gobierno, porque ellos parecen vivir en el país de Nunca Jamás.