La curiosidad es la clave de la modernidad. Es el detonante que forma investigadores, creativos y apasionados de la ciencia. Gracias a este bichito, muchos naturalistas, viajeros y arqueólogos, en el pasado, desde el siglo XVII, viajaban a tierras desconocidas, fabulosas, con el fin de descubrir e indagar, a pesar de los peligros insufribles que esto podría significar.
Las lomas costeras de Lima, que son un archipiélago de pequeñas unidades naturales en la periferia de la ciudad y que se encuentran muchas veces a la vuelta de la esquina, representan uno de los pocos espacios silvestres de la urbe que invitan a la curiosidad y que, por su naturaleza nebulosa e inestable, nos transportan a la antigua sensación que tenían los científicos del pasado, como Antonio Raimondi o Ramón Ferreyra, al recorrer el agreste territorio peruano revelando su naturaleza.
Pero las bondades de este ecosistema se encuentran no solo en el ámbito natural, ecológico o geográfico —que, por supuesto, resultan fundamentales—, sino también en la presencia del hombre en el tiempo, quien ha dejado huellas de su adaptación, domesticación y usufructo con la creación de nuevas técnicas, herramientas y beneficios, en un proceso de uso sostenible y destructivo.
Las excursiones escolares y universitarias constituyen la mejor herramienta de acercamiento y aprensión, donde el espacio abierto y libre motiva el espíritu activo y creativo, formulando iniciativas, consultas y planteamientos, convirtiéndose en un pequeño campo de entrenamiento de motivaciones científicas y prácticas. En estos espacios, la disciplina histórica, que sirve para entender al hombre y la sociedad en el tiempo, se vuelve más productiva y auspiciosa.
Es así como se puede utilizar el espacio de lomas para observar y problematizar el probable panorama geográfico que conocieron los primeros pobladores, hace 5,000 años a. C., tras llegar en la condición de cazadores-recolectores trashumantes, identificando y evaluando, por ejemplo, las condiciones de subsistencia y adaptación al medio.
Asimismo, se pueden evaluar los mecanismos de sostenibilidad en tiempos prehispánicos utilizando como evidencia física, por ejemplo, los puquiales y las chacritas de lomas que, según las fuentes documentales, posibilitaron, en algunas ocasiones, vida permanente hasta bien entrado el siglo XX.
Por otro lado, se puede, a su vez, evaluar las motivaciones y los procesos de abandono de las lomas por parte de sus comunidades nativas, ocurridos en varios momentos —durante la Colonia y la República—, debido a decisiones políticas (reducciones indígenas), desastres naturales (huaicos en fenómenos El Niño) e invasión industrial (canteras y cementeras).
No son menos importantes algunos hechos ocasionales de la vida peruana ocurridos en las lomas, como la batalla en el Manzano o las escaramuzas bélicas en el Guayabo en 1881, durante la Guerra del Pacífico. Estos se logran identificar evaluando las condiciones de conservación de los restos humanos enterrados en el entorno y las capillas de lomas.
Para otros ámbitos de discusión, es un momento importante el proceso de modernización sostenible de las lomas desde comienzos del siglo XX, por especialistas y educadores que comienzan a utilizarlas para excursiones escolares y universitarias, identificación de nuevas especies botánicas y faunísticas, proyectos agrícolas, entre otros.
En ese sentido, las lomas pueden servir también para entender y problematizar el sentido de la vida en el tiempo del hombre y sus preocupaciones.