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Gestión social: más lejos de la academia y más cerca de la gente
La gestión social debe tener no solo un enfoque desde la teoría, sino también desde la realidad y el medio donde se desarrolla, liderada por profesionales con capacidad de relacionarse en campo.

Eddy Ormeño Caycho

02 Oct 23
Hola

(Foto: Agencia Andina)

Desde la concepción de la norma ISO 26000 a inicios del año 2000, pasando por la publicación en el 2010 bajo la denominación de “Guía de Responsabilidad Social” y llegando hasta nuestros días, han pasado casi veinticinco años desde que el término de gestión social obtuvo el estatus de importancia que siempre debió tener en el ámbito corporativo; sin embargo, deberá tenerse en cuenta que esta norma no es exclusiva del ámbito privado, porque está diseñada para ser utilizada por organizaciones de todo tipo, incluido el sector público, en los países desarrollados y en desarrollo, así como en las economías en transición.

De aplicación voluntaria, esta guía ofrece orientaciones sobre conceptos, términos, definiciones, principios y tendencias sobre responsabilidad social; además del reconocimiento de la responsabilidad social y el involucramiento con las partes interesadas, las materias fundamentales y los asuntos que constituyen la responsabilidad social y sobre las maneras de integrar un comportamiento socialmente responsable en la organización. También hace énfasis en la importancia de los resultados y mejoras en el desempeño de la responsabilidad social.

Debemos saber que la ISO 26000 no es el único instrumento utilizado por las empresas globales para el trasparentar los temas sociales, puesto que desde 1997 ya existe Global Reporting Initiative (GRI), una organización no gubernamental basada en una red, que tiene como objetivo impulsar los Reportes de Sostenibilidad y de ESG (Medio ambiente, Social y Gobierno Corporativo) y que, sumados, deberían mejorar la atención y puesta en valor hacia los temas de relacionamiento con los actores, sobre todo locales.

Sin embargo, hay serios cuestionamientos sobre la excelencia de gestión social que algunas empresas reportan o publicitan en grupos corporativos, donde sus reportes de sostenibilidad son “vendidos” con el grado más alto o de haber logrado la implementación de norma de Responsabilidad Social referido en este artículo, sin que necesariamente esos avances sean visibles en el territorio donde operan.

Lamentablemente, hay una fuerte tendencia academicista de la gestión social, donde prevalece el uso y abuso del anglicismo como un sinónimo de “ser experto” en el tema; tener una especialidad en Elaboración de Reportes de Sostenibilidad como único requisito para liderar esta sensible área o haber logrado algún premio o mención honrosa en concursos de buenas prácticas en el sector de procedencia.

La gestión social no solo es el llenado de diligentes formularios alineados a las políticas corporativas o estándares internacionales que el colectivo empresarial demanda, es también, la real comprensión y relacionamiento positivo del medio donde se desarrollan; liderados por profesionales con habilidades blandas y capacidades de relación intercultural, cuyo objetivo es minimizar los impactos negativos y maximizar los positivos, promoviendo las diferentes formas de desarrollo sostenible e incorporando objetivos sociales en su estrategia de negocios, logrando así que, los otros actores de la cadena en territorio se beneficien de una buena parte del valor generado, eso que hoy llaman valor compartido.

En ese camino, es de vital importancia, sobre todo en territorios de históricas relaciones entre empresa y comunidad, desarrollar un proceso de desaprender estos enquistados mecanismos de asistencialismo, filantropía o relaciones públicas antes valorados por la academia y el gremio empresarial, para dar paso a aquellos que generen desarrollo desde una real comprensión del territorio.

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