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5 de agosto de 2025
5 de agosto de 2025
Ticlio Chico: una realidad que nos interpela cada invierno
Ticlio Chico no solo evidencia la crudeza del invierno limeño, sino también una deuda estructural con miles de ciudadanos que viven en condiciones precarias; cada año respondemos con gestos solidarios y campañas reactivas, pero lo urgente —y lo justo— es garantizar condiciones de vida dignas, sostenibles y adaptadas al territorio.

La articulación de profesionales, universidades, ONGs y entidades públicas es clave para diseñar soluciones reales y duraderas. (Foto: Agencia Andina)

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Por Eddy Ormeño Caycho

Por Eddy Ormeño Caycho

Director de Solidaritas Perú.
Por Eddy Ormeño Caycho

Por Eddy Ormeño Caycho

Director de Solidaritas Perú.

Todos los años, los noticieros nos hablan de la problemática de Ticlio Chico e, inmediatamente, la solidaridad se activa a manera de voluntarios de buen corazón que llevan ropa abrigadora, frazadas, alimentos o medicinas. Igualmente, desde el Estado, las campañas de vacunación contra enfermedades se activan y el municipio local se hace presente, pero ¿es suficiente?

En el Perú, el invierno comienza el 20 de junio y termina el 22 de setiembre, una temporada que se caracteriza por temperaturas bajas, alta humedad, neblina y lloviznas. En esta estación, las temperaturas pueden oscilar entre los 12 °C y 18 °C, aunque la alta humedad puede hacer que se sienta más frío de lo que indican los termómetros, superando el 90% en algunos distritos como en Villa María del Triunfo, a cuarenta minutos del centro de Lima.

En el punto más alto de este distrito se ubica el asentamiento humano Ciudad de Gosen, conocido como Ticlio Chico, un lugar que ha sido refugio de migrantes del interior del país y ciudadanos de escasos recursos que, a causa del déficit de viviendas, han poblado los desérticos cerros alrededor de Lima, aquellos que en temporadas de invierno, debido a las bajas temperaturas y alta humedad, se convertían en lomas costeras: un ecosistema frágil que albergaba una tipología particular de flora y fauna producto de estas condiciones climáticas.

Ticlio Chico, en invierno, se convierte en símbolo de la inclemencia y del nocivo clima húmedo limeño, pero también de la solidaridad que caracteriza a los peruanos y de la “activación” de las acciones que pueden realizar las entidades gubernamentales de alcance local, como las de alcance nacional (MINSA, MIDIS y otros).

Año a año, los medios de comunicación se llenan de titulares mostrando las pericias que tienen que afrontar los pobladores de esta zona: calles llenas de lodo, techos reverdecidos por la humedad con goteras que se filtran al interior de las precarias viviendas, poca visibilidad de la zona debido a la neblina, niños y ancianos afectados con enfermedades respiratorias y el incesante frío que se cuela por las rendijas de las habitaciones, lo que obliga a sus habitantes a dormir con incontables cobertores.

Ticlio Chico es una agenda pendiente, una realidad que nos interpela cada invierno limeño, que nos expone como una sociedad reactiva, carente de estrategias y respuestas con soluciones estructurales, colectivas y sostenibles para sus poblaciones más vulnerables.

Persistir solo en el asistencialismo podría estar perpetuando la vulnerabilidad. Es hora de mirar a Ciudad de Gosen desde un enfoque transformador, que ponga en el centro de la acción la dignidad de sus habitantes y su derecho a adecuadas condiciones de vida. Esto implica, con urgencia, una movilización de profesionales especialistas en temas sociales (me pongo en lista para cualquier contacto), ambientales, de arquitectura social, universidades, ONGs y entidades públicas con competencia en el tema, para dejar de actuar solo cuando el invierno arrecia y comenzar a construir una justicia estructural para Ticlio Chico.

Abandonemos por algún momento nuestras estériles discusiones o posiciones por redes sociales y nuestras reflexivas publicaciones sobre sostenibilidad para visibilizarnos en LinkedIn. Pongámonos a prototipar viviendas dignas y bioclimáticas adaptadas a la realidad geográfica de estas zonas, utilizando materiales resistentes a la humedad y sistemas de calefacción accesibles; a diseñar sistemas de drenaje que eviten que las calles se conviertan en lodo; y a asegurar acceso permanente a agua potable, saneamiento y energía.

Sentémonos a escuchar a la comunidad —a sus líderes, a las madres de las ollas comunes, a sus jóvenes— para que aquello que promovemos y disertamos desde alguna computadora, en lugares sin goteras, sin lodo en las calles ni humedad que se cuele en los huesos, deje de ser discurso y se convierta en acción frente a la situación que estos ciudadanos —también peruanos— viven cada invierno. Es momento de pasar del asistencialismo a la sostenibilidad: el problema no se resuelve donando más ropa, sino construyendo un mejor futuro.

 Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente la línea editorial de la Revista Gobernanza Social.

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